En ocasiones, solo necesitamos hechos. Sí, pueden repetirnos miles de veces las consecuencias que tiene para el medio ambiente desplazarse en un vehículo privado para ir a la tienda de la esquina, pero las grandes cifras nos quedan precisamente tan grandes que cuanto menos nos hacen perder la perspectiva y cuanto más avivan nuestra máxima despreocupación y pasotismo. Por el contrario, lo que funciona es vivirlo en las carnes propias y los ejemplos cercanos.
Yo no soy diferente al resto y, por eso, hace una semanas decidí pasar de la teoría a a práctica y averiguar cuál era el impacto real de mis formas de desplazarme y moverme por este mundo. Usando la calculadora ceroco2.org descubrí que recorrer una distancia de 61 kilómetros en coche —uno de esos vehículos a motor que van vacíos la mayor parte del tiempo excepto por el conductor (¡y pronto ya ni eso!)— suponía emitir a la atmósfera 13 kilos de CO2, mientras que elegir la opción más sostenible —el transporte público; andando me parecía excesivo— resultaba solo en la emisión de 2 kilogramos del mismo gas pernicioso al entorno.
Después de años y años de dudas, por fin he comprendido que lo que nos cuentan es verdad y que buscar formas de movilidad más sostenibles tiene sentido. Si se puede, ¡claro!, porque, para poder elegir esas otras opciones, estas tienen que funcionar.
En Extremadura, donde vivo, no siempre es el caso. De ahí la dependencia no solo cultural sino vital del vehículo privado. Los autobuses no llegan, y el tren… ¡ay, ese gran olvidado!
Tal vez por eso mismo el consumo colaborativo ha sido recibido como agua de mayo en una región dispersa y con serios problemas de comunicaciones. Compartir trayectos en coche e incluso el alquiler de coches entre particulares se están convirtiendo en la solución a muchos de nuestros problemas, más allá de ayudarnos a salvar distancias que, de otro modo, no podríamos cubrir.
Estas alternativas de transporte son económicas y flexibles, adaptándose a los rasgados bolsillos extremeños, a los horarios más intempestivos y a los no tanto que, así y todo, siguen sin quedar cubiertos por el transporte público. Son las principales motivaciones para optar por la movilidad colaborativa, a la que se unen otras ventajas como que nos brindan la oportunidad de conocer a gente interesante o el hecho de saber que contribuyen a reducir la contaminación ambiental: hay menos vehículos en las carreteras y las ciudades, por lo que estas se descongestionan, y los que hay se aprovechan y usan de forma más eficiente porque llevan a más gente a bordo. Sirva de ejemplo el caso de Amovens, una de las plataformas de movilidad colaborativa más populares en nuestro país, cuyos usuarios evitan la emisión de entre 1/2 y 1 millón de toneladas de CO2 a la atmósfera al usar sus servicios.
Precisamente con el CEO de la plataforma, Mario Carranza, tuve el gusto de conversar en la última edición de Maneras de Vivir, en Canal Extremadura. Espero que os guste.
¿Habéis usado alguna vez una plataforma de movilidad colaborativa? ¿Qué tal fue? Compartid vuestra experiencia. Soy toda oídos.
Foto de portada: Jorge Saavedra en Unsplash
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