Este año, la fecha reivindica el papel de estas organizaciones en la promoción de la igualdad
He de reconocer que de unos años a esta parte ha crecido en mí una cierta predilección por las cooperativas.
Por supuesto, mi pasión podría atribuirse a una serie de coincidencias en el transcurso de mi vida laboral —primero como periodista y como relaciones públicas después. Sin embargo, hay otra parte que está disociada de mi experiencia profesional y que, me gusta pensar, se basa exclusivamente en hechos, en realidades objetivas.
El sábado, 4 de julio, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de las Cooperativas, y este año la cita quiere reivindicar el papel que las cooperativas juegan en la promoción de la igualdad. Por eso, ¿qué mejor fecha para recopilar datos e historias que hablan por sí solas?
1) Igualdad en el acceso a bienes y servicios
La cooperativa reconocida como “originaria” por el movimiento cooperativo internacional es la fundada por los pioneros de Rochdale durante la revolución industrial (1844). Su objetivo era que los trabajadores pudieran comprar harina que no estuviera adulterada (los grandes empresarios le añadían cal) a precios más asequibles (o, al menos, acordes a la calidad del producto).
El de los pioneros de Rochdale es quizás el ejemplo paradigmático de cómo las cooperativas han puesto a las personas (y sus necesidades) por delante de la acumulación de capital para beneficio de unos pocos inversores.
El Museo de los Pioneros de Rochdale, en Reino Unido. El edificio en la antigua tienda en la que la cooperativa vendía sus productos.
Viajando en el tiempo hasta el momento actual, podemos detenernos en proyectos como la recién lanzada cooperativa de telecomunicaciones Eticom. La entidad garantiza a sus socios-usuarios precios justos, transparencia y ética empresarial en uno de los sectores que acumula más quejas de consumidores por engaños, mala calidad del servicio y precios desorbitados.
Las cooperativas energéticas que se están creando por todo el país cumplen una función similar: luchan contra el oligopolio actual para asegurar que la ciudadanía tiene acceso a electricidad procedente de fuentes renovables. Sirvan Solabria y Som Energia como guías.
2) Igualdad de oportunidades
Las cooperativas se rigen por el principio de adhesión abierta y voluntaria, es decir, cualquier persona puede formar parte de ellas sin restricciones por motivo de género, edad, etnia, religión, renta… De este modo, las cooperativas dan oportunidades a personas que, de otro modo, quedarían excluidas del sistema, algo que, además, afecta de manera muy especial a las mujeres y los más jóvenes.
Es lo que sucede en muchos países africanos y sudamericanos. Allí, el modelo cooperativo se convierte en la única salida para muchos productores que pueden así crear su propio negocio (son sus propietarios) y competir en los mercados en los que poco podrían hacer por separado y quedarían a expensas de las grandes corporaciones.
En Kenya, el 50% de la población depende de las cooperativas para su subsistencia; en Mauritania, la mitad de los productores de azúcar están también agrupados en cooperativas.
Centrándonos en el caso de las mujeres, siempre recuerdo la historia de Jennipher Wettaka, una productora de café de la cooperativa Gumutindo, quien hace unos años me contaba agradecida cómo las cooperativas ayudaban al empoderamiento de la mujer africana.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=XGvcbOZEVlc]Otro sector excluido que ha encontrado en este modelo de negocio una forma de tener control sobre su vida es el de los jóvenes.
En Reino Unido, el movimiento Students for Cooperation promueve la creación de cooperativas de estudiantes universitarios que se asocian para comprar al por mayor, alquilar y reparar bicicletas u obtener rentas más bajas.
3) Igualdad operativa
Al unirse a la cooperativa, cada socio se convierte en co-propietario de la organización. Esto le da derecho a participar en la toma de decisiones sin discriminación: con indiferencia del capital que ha aportado, cada miembro tiene un único voto en la asamblea general.
Por otro lado, la igualdad, como principio rector básico, define las políticas internas de las cooperativas, algo que se refleja en fórmulas de contratación, en la definición de salarios, las medidas de conciliación y balance de género, etc. Las cooperativas han estado a la vanguardia en muchos de estos campos.
Eliza Brierley fue la primera mujer socio de la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale en los años 40 del siglo XIX. Entonces, las mujeres no tenían propiedades ni derecho a voto —el sufragio universal en las elecciones generales llegó al país 80 años más tarde.
Ni mucho menos las cooperativistas han conseguido superar todas las dificultades para acceder a la empresa, especialmente, a puestos de responsabilidad, pero sí que es cierto que lo tienen más fácil cuando se trata de entidades de economía social.
En la III Feria de la Economía Social de Madrid, tuve la satisfacción de conocer a Gredos San Diego Cooperativa. La menciono porque esta organización educativa se caracteriza porque más de la mitad de sus trabajadores (68%) son mujeres, quienes ocupan el 48,5% de los puestos de dirección (gerencia, directores, jefes y mandos intermedios).
Gredos tiene en marcha numerosas medidas de conciliación de la vida familiar y laboral, que inciden en la igualdad de género. Además, hay más de 25 nacionalidades diferentes entre todos sus socios.
Otro apunte que llegó a mis oídos hace sólo unos días: en las empresas y entidades de la Economía Social (que incluyen a las cooperativas), el 6,2% de los/as trabajadores/as tiene una discapacidad reconocida, un porcentaje muy superior al observado en las empresas mercantiles (1,7%).
Finalmente, la igualdad se aplica incluso a la definición de los salarios. Según el informe de Comfia-CCOO, un máximo ejecutivo del BBVA cobraba hace dos años 379 veces el salario mínimo de la plantilla. En la cooperativa de crédito FIARE, la relación entre sueldo máximo y mínimo ascendió en 2014 a 5,28. Un esquema que es habitual en el sector cooperativo en general.
¿Continúo?
Como estos podríamos mencionar otros muchos casos. Personalmente, soy de la opinión de que los hechos siempre hablan más que las palabras, por eso es tan satisfactorio poder contarles estas historias, pruebas fehacientes de que, al hablar de cooperativas, nos referimos a empresas que tienen ciertos valores escritos en su ADN.
Esto no significa que otros modelos empresariales convencionales no puedan conseguir lo mismo (por suerte, hay negocios que operan con un gran sentido de la responsabilidad social) ni que las cooperativas lo hagan todo a la perfección; sin embargo, lo que distingue a estas últimas es que blindan, en una forma legal y un modelo de gestión común, aspectos como la democracia, la participación y la igualdad. Y en contexto tan incierto como éste en el que vivimos ese compromiso “en papel” nunca está de más.
¿Conocen experiencias similares que puedan compartir? ¿Están de acuerdo con estas ideas? Espero sus opiniones :)
Texto publicado en la revista de Responsabilidad Social Corporativa y Sostenibilidad, AgoraRSC.
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