Quien dude sobre la viabilidad de los modelos democráticos más participativos tiene deberes para los próximos meses; también, quien esté convencido de que son posibles y necesarios. La tarea, cuanto menos apasionante, pasa por seguir muy de cerca el proyecto constituyente de Ciudad de México al que los gobernantes han invitado a contribuir a los ciudadanos. Piden a sus convecinos que participen de forma directa en la elaboración de la Constitución -y, cuando dicen «de manera directa», se refieren justo a eso, es decir, a que sean los ciudadanos quienes hagan propuestas y redacten el documento que recoge los derechos fundamentales de la población local.

El grupo de trabajo que lidera el proyecto de constitución ha creado varias vías de participación ciudadana que van desde contestar al sondeo Imagina tu Ciudad  hasta presentar ensayos con ideas y planes para la carta magnausan PubPub, muy parecido a un procesador de texto en línea al que puede sumarse quien lo desee. Sin embargo, si ha habido una propuesta popular, esa es la que han articulado a través de Change.org. Esta plataforma permite a los chilangos (naturales de Ciudad de México) colgar sus propuestas en internet para que sus vecinos las valoren y para que las consideren los encargados de redactar la constitución. Así, las peticiones que rebasen las 5 mil firmas serán respondidas vía Change.org y aquellas que superen las 10 mil y las 50 mil firmas darán a quienes las propusieron la oportunidad de desarrollarlas en persona ante parte o la totalidad del grupo de trabajo constitucional.

Por el momento, ya se han realizado en Change.org 249 peticiones firmadas por más de 31 mil personas. Abogan por la protección real de los derechos humanos en Ciudad de México, defienden el futuro de los pueblos indígenas, reclaman transporte público eficiente y ecológico, e incluso condenan el maltrato y abandono de animales en las calles de la ciudad. Muchas propuestas hablan de transparencia, otras del derecho a la salud, y las más, de salarios justos y de cómo garantizar una clase política preparada y que represente a la ciudadanía –la que ha reunido mayores apoyos hasta el momento, 3.650, pide que las personas que ostentan cargos públicos cobren y paguen impuestos como el resto de la población, como meros «prestadores de servicios» que son.

Probando 1, 2, 3

La reforma política del antes conocido como Distrito Federal se aprobaba a principios de este año y convertía a la hoy Ciudad de México en una entidad con autonomía dentro de la república mexicana. De ahí la necesidad de dotarla de un congreso local y de una constitución propia. En palabras del jefe de gobierno de Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, la aspiración es que las aportaciones populares «confieran al proyecto de Constitución un carácter democrático, progresista, incluyente, ciudadano y plural.”

Aún es pronto para conocer los resultados de lo que es un auténtico ejercicio de experimentación democrática, mas sin intentarlo ni siquiera habría avances. De hecho, la campaña mexicana tiene precedentes, como los gobiernos locales que en Estados Unidos usan Wikis para elaborar leyes o el intento fallido de que los islandeses colaborarán en la redacción de su constitución a través de las redes sociales. Salvando las distancias con los ejemplos anteriores y con las iniciativas legislativas populares tal y como las conocemos, en Finlandia se aprobaba en 2012 una reforma que permite que los ciudadanos creen propuestas de ley online que, de ser votadas en un plazo de 6 meses por más de 50.000 personas, son enviadas al parlamento -de ahí salió la norma que dio luz verde a los enlaces entre personas del mismo sexo.

A favor y en contra

En Ciudad de México hay quienes piensan que abrir el proceso constituyente a los ciudadanos servirá para poco y lo califican como pantomima política -alegan que el número de firmas que hay que conseguir para que una petición llegue al grupo de trabajo es demasiado alto y, al final, ese grupo tendrá siempre la última palabra sobre el contenido de la norma. Un proyecto de este tipo abre, además, el debate en torno a quién es apto para realizar propuestas coherentes y los riesgos de un apoyo masivo a ideas que vayan en contra del bien común.

Ley mordaza

Foto: Matan la Democracia, por Fermín Grodira. Bajo licencia CC-BY.

Mientras, los más optimistas, como la ONG Participando por México, aseguran que, en cualquier caso, «cuanta más información sobre los temas que tienen que ser incorporados en la constitución y fuentes tengan los representantes políticos, mejor podrán hacer su trabajo».

Por lo pronto, en este intento por dar voz y voto a la ciudadanía, se han habilitado 300 quioscos móviles para que quienes no tienen acceso a las plataformas digitales puedan también presentar sus propuestas. También se ha puesto en marcha un registro electrónico de las propuestas presentadas para que la ciudadanía pueda reclamar a la asamblea constituyente si pasa por alto alguna con miles de apoyos.

Sea como sea, con indiferencia de que las propuestas ciudadanas sean más o menos tenidas en cuenta en esta ocasión, parece que la gran pregunta es si se conseguirá que los ciudadanos recojan de verdad el guante que se les lanza, si se reunirán firmas suficientes para alguna de las propuestas o habrá quienes de verdad inviertan su tiempo en redactar fragmentos completos de la futura constitución. Las encuestas advierten de que el desengaño hace mella y paraliza a la ciudadanía. ¿Querrán tomar las riendas?

 


Foto de portada: Vlad Tchompalov on Unsplash

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