Siempre he temido a los superventas (best sellers) y las novelas románticas -por este orden.
Salvo honrosas excepciones, los primeros me dan urticaria porque se puede confiar poco en aquello que mueve a las masas -y, si no, miren Gran Hermano. En lo se refiere a las segundas, han estado vetadas en mi biblioteca personal por ser irremediablemente cursis e “impropias de las mujeres con cabeza”. O, al menos, eso es lo que me han contado y me recuerdan mis amigos más cultos y formados: esos que solo leen sobre historia, economía y cuestiones sesudas; esos que me dicen “no me esperaba esto de ti”. Esas mismas personas creo que me perdonan lo de leer a Jane Austen porque (a) es una de las grandes de la literatura universal, o sea, intocable, o (b) no sabían siquiera que había pasado por mis manos. Con lo corta que es la vida y lo escasos que son los momentos de recreo, ¿merece la pena desperdiciarlos en una lectura tan superficial? ¿No se le atrofian a uno los sesos por dejar aparcada de vez en cuando tanta trascendentalidad?
Hoy escribo para retractarme y pedir disculpas si alguna vez sobrevoló mi mente algún pensamiento similar. Porque, sí, acabo de leer una novela romántica, rosa, de ese color tan de niñas y princesitas que identifica a las mujeres y a los valores, atributos y utensilios femeninos. Y ¿saben qué? Me ha gustado. Y mucho. Es más, me ha encantado.
Mo Duinne, de la extremeña Mercedes Gallego, me ha permitido evadirme y disfrutar; ha despertado mi imaginación y me ha hecho reír -y, para los que desprecian este género, también me ha enseñado más de un detalle curioso sobre Escocia y su historia. Un todo en uno. Una lectura amena, con el trasfondo de una historia de amor, pero que engancha, que te cautiva para que sigas leyendo, que te atrae de principio a fin. ¿Y qué?
Nos hemos acostumbrado tanto a lo que no podemos hacer, a lo que no es digno, a lo que es solo propio de adolescentes o de mentes simples, que se nos ha olvidado lo bonito que es dejarse llevar. Estamos tan encorsetados por nuestros propios estereotipos que hemos pulverizado el concepto de libertad. ¿Me resta valía como mujer decir que me ha encandilado una historia de amor? ¿Me roba independencia imaginarme con un hombre de escándalo (que por suerte tengo a mi lado) disfrutando, sin más? ¿Me quita seriedad o credibilidad? ¿Me hace menos respetable, menos válida o menos profesional?
No culpo a nadie (cada uno es responsable de sí mismo), pero es triste que, en la era del feminismo, el extremo de la igualdad nos inculque que las mujeres “de bandera” ni se atan, ni se buscan ciertas responsabilidades; que tienen que leer sobre negocios, llevar pantalones y renunciar a su feminidad; que si sueñan, son menos; que si tienen fantasías, es porque no han terminado de madurar. Y es que la gente profesional (y aquí incluyo a ambos) tiene que guardar las formas, ser seria, aburrida y con un punto de prepotencia moderado pero que permita poner a cada uno en su lugar. Y, por supuesto, nada de abandonarse a los placeres mundanos. ¿En serio? Pues yo, si me lo permiten, me apunto a la vida simple. Y, de paso, a destruir mitos, que me entretiene mucho más.
¡Ah! Por si les ha quedado alguna duda, #RecomiendoEsteLibro
Mo Duinne, Mercedes Gallego. Harlequín Ibérica. 2014.
Gracias a Mercedes Gallego, la autora del libro, a la que conocí en un autobús camino a Sevilla y que me cautivó tanto con su personalidad que me ha obligado a terminar el año con uno de sus creaciones entre mis manos. No se me ocurre mejor cierre a mi lista de lecturas de este 2015. Te incluyo en la del año que está a punto de comenzar 🙂
[Foto portada: El fondo las rosas rojas, del Banco de fotos gratis http://www.torange-es.com. Bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.]
¡Bravo! Bravo por la literatura de evasión (cuántos grandes clásicos de la literatura universal, así, con mayúsculas, empezaron siendo sólo eso: puro entretenimiento). Y bravo por la literatura romántica, si es la que nos gusta. Y, sobre todo, bravo por leer lo que uno quiera. Desde mi punto de vista lo importante es saber lo que una está leyendo (me explico: cuando digo que lo importante es leer, sea lo que sea, excluyo los Grey y demás… Eso no es leer, eso es otra cosa). Y, sabiéndolo, disfrutarlo.
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🙂 Encantada de leerte algo así. Todo el mundo debería experimentar, al menos una vez en su vida, el placer de perderse entre las páginas de un buen libro. Pronto, uno tuyo, ¿no? 🙂 ¡Muchas gracias por tu contribución!
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Isabel, me parece una estupenda reflexión (más allá de géneros literarios, sociales o sexuales) para reivindicar nuestra actitud libre de prejuicios de acuerdo a la realidad que vayamos buscando en cada momento. Sed serios, sed frívolos pero sobre todo: sed sinceros
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Gracias, José Juan 🙂 Honestidad con uno mismo ante todo. ¡Feliz año nuevo!
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